Y ahí vamos platicando en la carretera...Que bueno es esto de ir con mis viejos a un pueblo al que he ido durante 33 años, por lo menos una vez cada 365 días... Y ahora hacerlo por el verdadero gusto de ver campo, naturaleza; sobretodo, sentirme un poco pequeña y hacerme hija adulta al manejar e hija niña al ir con ellos a la feria y divertirme igual que cuando tenía 10 años!
Y ver a mi gente, saber que ellos están allá con su vida y sus problemas. Con su forma de ser tan distinta a la mía pero que son mi raíz, de donde vengo. Y sus arrugas y sus canas; sus chismes y sus cuentos, me fascinan...Ah, y ese café con pan de fiesta en la noche mientras se cuentan anécdotas que ya he escuchado miles de veces, es inolvidable.
Y luego vienen mis princesas a dejarme su ternurita con sus risas y sus caritas llenas de elote y de plátano con crema y mermelada. Y me subo con ellas en la aventura de unos coches chocones y unas canitas que no atinan más que a hacernos ganar unas alcancías. Pero es mágico su pensamiento y sus ojitos brillantes que me miran.
Mi viaje de un domingo que significa un viaje a mi propia vida...
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