julio 13, 2007

LOS CONEJOS SON LOS ANIMALES QUE MÁS AMAN




Dedicado al conejo que saltó de la luna a mi vida.


Lo sé porque soy uno de ellos.

Los conejos, por ejemplo, dice la tradición japonesa lo siguiente:

Se cuenta que un viejo peregrino encontró un día un mono, un zorro y una liebre (en ocasiones se cambia el mono por un oso). El hombre, de avanzada edad, se encontraba agotado por su viaje lo cual le llevó a pedir a los tres animales, como favor, que le consiguiesen algo de comida. El mono se subió a un árbol y recogió jugosas frutas, el zorro con su gran habilidad para cazar atrapó un ave y la liebre, con gran pesar, volvió con las manos vacías.Al ver al viejo con la cara triste y cansada, se sintió culpable. Entonces recogió ramas y hojas secas, encendió una fogata y se lanzó dentro para ofrecerse a sí misma como alimento. El viejo, conmovido ante el trágico sacrificio del pobre animal, reveló su verdadera identidad. Era una deidad de gran poder que recogió los restos de la liebre y los enterró en la luna como monumento a su gesto de solidaridad. Es una historia de sacrificio y entrega que forma parte de la cultura japonesa. Como nota curiosa, después de narrarla suele explicarse, principalmente a los niños, que los conejos saltan tratando de alcanzar a su héroe que descansa en la luna.

O lo que dicen en México y que puede explicar el desprendimiento:

Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.
-¿Qué estás comiendo?, - le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
-Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.

O, en el caso de la cultura popular, se dice que " fulano y mengana (que puede ser fulano y mengano o mengana y mengana..pues, lo que se prefiera) le 'ponen' como conejos". Este concepto popular le debe su origen al hecho de que un conejo es capaz de tener un orgasmo por minuto, y por poder recuperarse a los pocos segundos. “No hay primera sin segunda”, “3 al hilo” y todas esas frases se aplican aquí. Incluso, dicen, que si pones a un conejo en tu oído, puede escuchar el mar...

Los conejos hacen el amor todo el día y no se enferman. Eso lo leí en algún blog perdido en el espacio de la internet y me pareció que todos somos animales que nos queremos parecer a otros animales en algo bueno que ellos hagan porque está en su naturaleza.

Y entonces yo llego a la conclusión que los conejos se aman por el simple placer de hacerlo. De gozar su espirítu y su cuerpecito, así como quien no busca más que el goce de la vida que se tiene.

Yo, que soy de la luna; aunque vengo de un Pan y un Roble; soy también compañera de un conejo que acompaña mis andanzas, se preocupa de mis ideas y no suelta mis tristezas para dejarlas caer abruptamente sobre las aceras. No, las tiende sobre una red, las deja secar y las devuelve al mar para que las regrese en forma de aire puro.

Un conejo te puede hacer ver que las cuatro patas no nadamas sirven pa, andar; sino que son alas de ángel las que están adelante y, entonces, te llevan a ponerte frente a tus sueños... A aquellas posibilidades que sabías llegarían algún día... Las traseras, se transforman en manos fuertes que te hacen ver tu realidad y te abofetean con su fuerza y su claridad. Ellas, las manos de los conejos, no se equivocan...

Un conejo te salva la vida. O te trae a ella de nueva cuenta.












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