Gracias Conejo de mi vida por ayudarme a vaciar para llenar mi almita.
Es verdad. Y es cuestión de lógica.
Si uno trata de meter algo al refri y éste está retacado, nadamás no entra. Hay que vaciar.
Si uno engaña a su pareja, en la cama no caben tres. Hay que vaciar.
Y cuando uno tiene lleno el corazón de pena y dolor. Hay que vaciar para llenarlo de lo que se decida llenar.
Yo ayer andaba así como dando tumbos en mi vida. Tumbos que yo no comprendía del todo. Y oídos atentos me pusieron atención para que yo también pusiera de mi parte.
Y uno recrima a la vida y uno le escupe todo en otras palabras y en otros sentidos; y ella, sólo nos mira compasivamente y cuando uno termina de gritar y reclamarle, ella viene, se acerca a nosotros y nos abraza. Así de fácil.
Comprendo que yo no soy un refri pero no me he vaciado y mi dolor sigue ahí. Algo se destapó ayer que me permitió verme como en un espejo. ¿No lo han hecho antes? Sí, cuando alguien les dice algo y ustedes se salen un poco de si mismos para verse como si fueran otras personas. Sólo así uno puede ser espectador de su propia existencia y ver cuánto sufrimos o cuánto guardamos en el corazón realmente.
Entonces, viendo esa película, uno se siente el protagonista y llora y se ríe y disfruta y suelta cual si fuera el actor o actriz principal. Ya no es tan fácil cuando uno sale del cine y ve que es nuestra vida la que necesita ser llorada o reída o estrujada, verdad? Pero de intentos uno va caminando hacia donde quiere llegar.
Y es cuando viene el sentirte cerca, muy cerquita del precipicio porque la carga en la espalda ya te echa hacia atrás en la vida que uno quiere caminar. Y sino bajas la mochila y avientas esas piedras, no nadamás no avanzas, sino que completito, te echas al vacio.
Llorar uno mismo, es lo más crudo. Llorar nuestro corazón es lo único que nos puede salvar.
Llorar lo que no hemos sido o hecho o pensado, te libera.
Prueben ser un refri sin nada dentro. Sentirán más frío, pero más libertad, sin duda.
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