Lo digo y lo prometo para mi:
Cuando se enamora la gente, se olvida de complacer a sus pies, a su boca y a sus pies.
Uno camina por el otro, come por el otro; respira y sueña por el otro.
Se llena de enemigos o de ojos extraños puestos sobre su relación.
A nadie complace, ni siquiera a si mismo.
Lo mejor es no huir de quien está en nuestra alma, que, sin duda, somos nosotros con sus luces y sus recobecos sucios; y sus trincheras heridas, pero al fin nosotros. El otro, está ahí porque quiere y también porque quiere, decide no estar más.
Quiero verme en mi espejo y no en el de otro. Olvidar que mis pies están hecho de barro y sol y que me gusta mirar al cielo cuando atardece es algo que debe prender de mi y de mis deseos...
Amar al otro es fantasía y es dolor. Es un mundo aparte, sin duda.
Significar algo para uno es la realidad con la que hacemos la vida... La nuestra.
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