julio 30, 2008

UN SUEÑO QUE INVENTO PARA EXPIAR EL ENOJO




Un día soñé que alguien venía a mí y me decía que me amaba. Y yo me emocionaba y me convertía en mujer de un solo hombre. Y colgaba mis sueños y mis planes de un árbol que se secaba muy rápido. No me importaba, yo le daba de comer a este amor aunque de hambre no pudiera dormir ni caminar.


Y un día él se iba. Se daba la vuelta y me decía que nuestras vidas se estorbaban juntas, que mejor se iba. Y sólo sentí mis lágrimas cuando me dí cuenta que del árbol seco comenzaban a brotar botoncitos verdes, pequeñas hojas que me daban la bienvenida a una nueva vida.


Y estrenando alegría, me lo encontraba una tarde por una calle. Me contaba que estaba triste y que me andaba buscando porque mis oídos siempre lo habían escuchado, mis ojos siempre le habían mirado y mi cuerpo siempre había estado disponible. Yo amablemente le decía que aunque apestara a mierda su vida, lavaría de nueva cuenta su día y su noche; y también pondría a su tiempo, mis ojos y mis labios, mi sed y mi oído.


Luego, encontraba a un amigo que siempre me había aconsejado pero al que últimamente no le había ido bien al darse cuenta que en su labor de granjero no daba los mismos frutos. Yo lo había escuchado quejarse y adolecerse pero ese día, al encontrármelo y saludarlo, me salían grandes ronchas en todo el cuerpo y mi boca se llenaba de ámpulas. Yo corría lo más lejos de él y las ronchas y las ámpulas iban desapareciendo. No entendía por qué.


Ya en la noche, me hablaba por teléfono Nicandro, una pareja de hacia años que me platicaba su día a día de manera tal que me quedaba dormida a la mitad de la conversación.




Al otro día, me despertaba porque me dolía mucho el cuerpo, volteaba a un espejo y ahí me veía sentada, cepillando mi corto cabello. Tenía agitación y ceño fruncido. Me acercaba y preguntaba por qué estaba fuera de mí. Y ella comenzaba a respirar como preparando el fuego, y soltaba un chisguete de agua caliente y después aventaba piedras y, de repente, me veía cubierta de gritos desorbitados y entonces entendí de qué se trataba: era yo y mi ser oscuro.




Y ahí ella mentaba madres, les decía que para llenar soledades quedaba muy chica, que para cubrirlos de los golpes ajenos, no estaba hecha. y aullaba y vociferaba y los golpeaba con unos palos para que se fueran. Ella ya no quería escuchar plácidamente y recibir vientos vacíos. Ya no podía.




... Me desperté ayer....

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